jueves, 31 de octubre de 2013

Alma

-¿Notas eso?
- Sólo noto el frío. Es eso a lo qué te refieres.
- Sí. Es lo que los mortales llaman soledad.
- ¿Y porqué lo llaman así?
- Verás, hay muchas formas de llamarlo pero la más común es llamarla soledad. Es ese sentimiento frío y oscuro que algunos humanos sienten en su corazón. Les inunda poco a poco y los hace ser diferentes a como eran antes.
- ¿Cómo sabes tú esas cosas? Nunca he sentido ese sentimiento hasta ahora. Me preocupa que cambies.
- No te preocupes, Alma. Yo nunca cambio. Yo siempre he estado sólo. Es un sentimiento familiar, por eso no has sentido frío hasta ahora. Esta soledad es diferente, es soledad de abandono, no es el mismo sentimiento que hace unos años.
- Pero porqué te sientes así. Yo siempre he estado a tu lado. Siempre te he escuchado y siempre te he entendido. Yo he sido tu compañera.
- Sabes, Alma. Tú siempre serás mi compañera, pase lo que pase, siempre estarás conmigo. Pero la soledad que yo siento no es como la que sentí hace años.
Esta es diferente y no sé como llamarla.
-Hace frío, mucho frío. Encuentra a alguien, sino esto nos matará.
-Tranquila, llevo años buscando a alguien que llene este vacío que hay en mi interior...

domingo, 13 de octubre de 2013

Hoy...Ayer...Mañana...

- Algunos lo llaman arte, yo simplemente mato. Quitar la vida a alguien, no debe considerarse un arte.- le decía a aquel hombre.
Habían pasado muchos años y aquellas palabras aún resonaban en su cabeza. Aquel hombre fue lo suficientemente estúpido como para dejarse atrapar.
Ella llevaba, bastante tiempo siguiéndole los pasos pero nunca le alcanzaba.

-Lunes 10 de marzo del 2008.-

Eran las dos de la madrugada y las calles estaban desiertas. Ella en una esquina, la más oscura, con su sudadera. La capucha ocultando su rostro; contaba los segundos para atraparle.
A lo lejos se empezaba a perfilar la silueta de un hombre. Alto, robusto, de hombros anchos. Paso a paso fue acercándose hacia la chica.
-Hmmm, ese olor. Dulce y fuerte a la vez. Nunca cambiarás de perfume.- Dijo él con una amplia sonrisa.
- Hace tiempo que no uso perfume pero hoy es una ocasión especial.- Dio un paso hacia él.
Él se estiro y bostezó.- Está bien, ya me he cansado de huir. Además si me matas tú, será algo bonito, artístico, profundo.- su tono sonó áspero.
-Has sido un estúpido dejándote atrapar. Llevo dos años buscándote y perfeccionando mis formas.
-JAJAJAJA.- rió él.- Sé lo que has estado haciendo todo este tiempo. Te he estado vigilando.- dijo con una media sonrisa.
-Vaya, que curioso. No me había dado cuenta.- Ella sabía perfectamente que él la seguía. Su relación era la misma que la de un ratón y un gato.- Te dejaste muchos cabos sueltos, no creerás que he sido tan estúpida de no saber que me seguías.- Él se sorprendió.- JAJAJAJA. Que tonto, cómo pudiste pensar eso. Un hombre hecho y derecho siendo engañado por una niña de dieciocho años. ¡Pobre! Que inocente.
- Bien. Jaque mate, ¿no?-Dijo él con un tono de resignación.- ¿Cómo lo vas a hacer?
-Ya sabes, se me dan bien los cuchillos. ¿Quieres algo en especial?- a él era al único que le dejaría escoger su muerte.
-Algo rápido.
-Sabía que pedirías algo así. Qué te parecen las burbujas.
-No son agradables pero sí rápidas.
Ella se descolgó la mochila. De dentro sacó una cajita de madera con un gravado: Si vis pacem para bellum.
Abrió la caja y extrajo una jeringuilla.
- Rápido y limpio. No es tu estilo.- dijo él.
- Lo sé pero eres tú el que no quiere sufrir. Si fuese por mi, la calle  estaría llena de sangre y tú estarías retorciéndote de dolor.
El hombre se arrodillo frente a su verdugo y le dijo: quiero que sepas que yo no tuve nada que ver en lo que pasó aquella noche. No me estoy quitando culpa, porqué yo lo presencié todo y no hice nada pero quiero que sepas que no fui yo quién dio el paso.
- No me hagas enfadar y cambiar de opinión, respecto a tu muerte.- Dijo ella desviando la mirada. Los recuerdos se agolpaban en su corazón.- Tal vez hayas pedido muchas explicaciones a tus víctimas pero yo sólo necesito razones para quitar lo que ellos han quitado.
El hombre agachó la cabeza. - Acaba con esto o reaccionaré y será tu perdición.
Ella se colocó frente a él y le susurro: - Los encontraré y los mataré. Te prometo que, hoy tú eres el primero, pero no descansaré hasta haberme cargado hasta el último miembro de tu familia.- Mientras decía esto, ella iba clavando la aguja en su cuello. Una aguja fina y sin ningún contenido. Sólo una pequeña dosis de aire. Una pequeña burbuja...-No consentiré que ninguno de tus hermanos vuelva a hacer daño a nadie.
-No serás capaz, maldita enana. Tú...Demonio...Venida del infierno para limpiar la tierra...Arrastrarás la carga de todos a los que mates. Tu alma se consumirá y vivirás muerta.- Empezó a sentir un fuerte dolor en el pecho, justo en el corazón.
- Lo siento pero no desaproveches estos minutos de vida, en pensar en lo que haré. Ya no puedes hacer nada. Jajajaja.- Rió.- Estúpido...
Con la mano en el pecho, con lágrimas corriendo por su cara, fue muriendo lentamente.
Ella, de pie, observaba la imagen. Nada de sangre, limpio, sin una mancha. No le gustaba. Demasiado perfecto para ser de ella.
Recogió sus cosas y se colocó la mochila en el hombro. Entre las sombras fue recorriendo la ciudad.
Ese fue el primero de los siete hermanos. Aquellos que iniciaron todo lo que en el futuro se desencadenaría.

-Actualidad.-

- Todos cayeron y yo quedé en pie.- Pensaba mientras se pasaba las yemas de los dedos por las costillas, llenas de cicatrices.- Este es un recuerdo que debo tapar.



A veces, los recuerdos son los que te hacen decidir sobre los hechos del futuro...



miércoles, 9 de octubre de 2013

Calma...

Después de hacer sus trabajos siempre se tomaba dos días para volver a la carga.
Llevaba toda la mañana metida en la cama pensando en cómo hacer su siguiente encargo.
Se levantó de la cama, no había comido y se sentía débil. Malgastaba demasiada energía con esa escoria. Y la noche anterior no había sido una de las más tranquilas...

-La noche anterior-

-Tú, la nueva, ven aquí. Sabes cómo va esto.- ella le miró alzando una ceja.- No me mires así y enséñame tu mejor patada.
Ella se separó un poco de él.
-Seguro que no sabes ni levantar la patita.- dijo en tono burlón.
Mientras él se reía, ella alzó su pierna y le propinó una patada en el mentón. Él cayó al suelo. En el suelo, se tocaba la cara, ese golpe fue uno de los más fuertes que había recibido de uno de sus alumnos.
Ella se dio la vuelta para irse a los vestuarios.- ¡Espera niña!- le dijo el entrenador, tocándose la mandíbula.- Debes saber que eres muy fuerte. ¿Quién te ha entrenado?
Ella se giró y con una cara seria le dijo: Nadie me ha entrenado. Todo lo que he aprendido, me lo ha enseñado la vida. No necesito a nadie que me entrene.- Dicho esto se dio media vuelta y se fue a los vestuarios.
El entrenador se quedó parado en medio del gimnasio pensando cómo una chiquilla como ella podía tener tanta fuerza.
Una vez que salió del gimnasio, con su bolsa de deporte colgada al hombro, caminó por las anchas calles de la ciudad. Mirando a los pocos transeúntes que había por la calle a esas horas de la noche.
-Tal vez debería elegir una víctima al azar y desahogar mi frustración por lo de la otra noche.- Pensó.
Unos metros más para adelante se vio envuelta en la situación perfecta para poder lidiar con la tensión que acumulaba.
Un hombre de unos dos metros estaba amenazando a una mujer. La mujer de un metro cincuenta aproximadamente, miraba al hombre, asustada. Intentaba huir de esa situación.
-Perdone caballero, ¿puedo ayudarle en algo?- dijo ella mirando al hombre.
- No, necesito ayuda de una mocosa.- le dio un pequeño empujón para que se apartara.- Tú vas a subir ahora mismo a mi casa y vas a hacer lo que yo diga.
La mujer estaba muy nerviosa y las lágrimas empezaban a caer por su cara. Miraba a la chica. Sus ojos pedían auxilio.
- Está bien si no necesita ayuda, será mejor que dejé a esta mujer tranquila si valora su vida, claro.- Una sonrisa se dibujo en su cara.
-JAJAJAJAJAJAJA. No me hagas reír niña. ¿Qué vas a hacer si no suelto a esta mujer?¿A caso me vas a pegar? o no mejor ¿llamarás a la policía?- dijo él mientras zarandeaba a la mujer.
- No me gusta la policía y tampoco dañar mis manos con gentuza como tú.- dejó su bolsa en el suelo y se sacó de la manga un pequeño cuchillo de caza. Su cuchillo de la suerte.
Mientras el hombre seguía insultando a la mujer, ella clavó su cuchillo en su ingle. Este, sintió una punzada horrible y se cayó al suelo. La mujer pudo soltarse. -Corre y no mires atrás. Vete y no vuelvas por aquí.- dijo ella con los ojos encendidos de ira.
La mujer salió corriendo, siguió las órdenes de aquella chica. Corrió y no se giró en ningún momento. Esa chica le había salvado la vida.
El hombre consiguió ponerse de pie, el pantalón estaba manchado de sangre. La respiración del hombre parecía pesada. Estaba fatigado del esfuerzo, a duras penas pudo mantenerse en pie. - Pequeña hija de puta, cuando te coja, acabaré contigo. No serás nada en cuanto te pille.- Dijo abalanzándose sobre ella, fue rápida y le esquivo. Los movimientos de aquel hombre eran pesados y sin armonía.
- Me lo voy a pasar muy bien contigo, sucia rata.- Dijo ella con una sonrisa en sus labios y una ceja alzada.
Empezó a moverse en la oscuridad y le acuchilló un brazo.-¡Ah! Maldita. Sal deja que te vea. Suelta ese cuchillo y ven a pelear.
-Te dije que no dañaría mis manos con alguien como tú.- Salió de entre las sombras.- Pero si ese es tu último deseo, te lo concederé.- Guardó el cuchillo en su bolsillo y le dio una patada, la misma patada que le había dado a su entrenador. El tipo cayó al suelo, ya no le quedaban fuerzas para levantarse. A cuatro patas, tirado en el suelo, sin fuerzas.
Ella se puso enfrente de él. -Dime, qué le ibas a hacer a esa mujer.
-Esa mujer es mía.- Le costaba respirar- No es asunto tuyo lo que yo le haga o no le haga.
-¿Sabes? Las mujeres no tienen propietario. Los humanos somos libres, bueno tú, ya no lo eres. Ahora, lo que te queda de vida, es mía.
El movimiento fue rápido, sin ninguna duda, sin ningún temblor. El cuchillo fue directo a la yugular. La sangre empezó a salir a borbotones. El hombre se llevó las manos a la herida, mientras intentaba pedir auxilio, su cara de desesperación lo decía todo. No quería morir pero ese no era el día en que ella tuviese piedad. Ella, de pie, observando la escena le dijo: esto te pasa por no saber valorar la vida.
Y poco a poco fue viendo como la vida se escapaba por aquella herida que le había producido en el cuello. Cuando exhaló su último aliento, recogió su bolsa y volvió a caminar hacia su casa.
Esa noche sí que estaba satisfecha del trabajo que acababa de realizar.

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Después de haberse duchado y de haber comido algo, se sentó en la mesa de su escritorio y empezó a mirar las fotografías de los encargos. La información de las "víctimas" estaba bien ordenada en diferentes carpetas. No sabía por qué pero aquel día sería uno de los más largos de su vida. Tres encargos en un sólo día.
-Todos estos cabrones deberían haber muerto hace mucho tiempo.- pensó mientras ordenaba las tres carpetas con los datos de las próximas "víctimas".



lunes, 7 de octubre de 2013

El día continua.

-Yo...Yo...He cambiado. No volví a tocar a ningún niño. Te lo juro.-sus lágrimas caían por su rostro.
- Seguro que has cambiado pero - se acaricia la barbilla- yo no estoy aquí para averiguarlo.-Pasa el cuchillo por el mentón del hombre.
-Nunca encontrarás la paz. Nunca. -Sollozaba como un niño.
-Yo no busco la paz. Yo busco a la escoria de este mundo para poder eliminarla.
-Tú eres la escoria de este mundo. Tú también debes morir.- Sus lágrimas ya no imploraban perdón, estaban llenas de rabia, de odio hacia esa chica que le iba a quitar la vida.
-Cuando llegue mi hora, iré a visitarte al infierno. -Se puso detrás de él, agarro su pelo con la mano izquierda y con la derecha colocó el cuchillo en su cuello.
- Busca la paz que le arrebataste a aquellos niños.
El metal iba haciéndose paso entre la carne. Poco a poco fue brotando la sangre, manchando la mano de ella y el pecho de él. La sangre bañaba su mano. El olor a sangre le taponaba la nariz. - Este dulce aroma.- Esbozó una sonrisa de victoria y retiró el cuchillo del cuello, dejando caer el cuerpo sin vida. Se agachó y limpio el cuchillo en la camisa de aquel hombre. 
Abrió la mochila, se quitó la sudadera y la guardó junto con el cuchillo.
Se puso una camiseta de manga larga y un gorro que le tapaba la frente,  y salió de aquel callejón. Ese era el primero de los doce encargos que debía realizar antes de que finalizara el mes. Ese fin estaba cada vez más cerca, más y más cerca.
Miró al cielo y vio como empezaba a llover.-Las primeras gotas del otoño. - Pensó. Dejó que éstas mojaran su rostro y volvió a andar.
La vuelta a casa iba a ser un poco extraña. Con aquel sabor amargo de no haber hecho bien su trabajo, recordando las lágrimas de aquel hijo de puta al que le había quitado la vida.- Maldito cabrón.

-Esta no es la vida que quería para ti. Yo lo arreglaré y buscaré tu paz. Te lo mereces.

domingo, 6 de octubre de 2013

Llegó el día.

Eran las nueve de la mañana. Se levantó de la cama y se fue al baño directa.
Abrió el grifo de la ducha. El agua caliente estaba hirviendo pero ese no era un problema para ella. No sentía dolor. Nunca lo había experimentado. Las heridas eran sus compañeras.
Después de diez minutos de reflexiones decidió salir de la ducha e ir a vestirse.
Una vez en la habitación, frente al armario dijo: qué me pongo. Era una chica normal, dentro de lo raro y peligroso, ella era normal. Sus pensamientos no eran normales pero a ella eso le daba igual.
Cogió unas braguitas y un sujetador, se los puso. Cogió sus vaqueros favoritos, rotos por las rodillas. Camiseta de tirantes y una sudadera grande. Calcetines gruesos y sus botas altas. Fue otra vez al baño y se miró en el espejo. Éste reflejaba la sombra de lo que ella había sido.    - Mierda de gente. Los odio a todos.- Dijo mientras se recogía el pelo.
Cogió su mochila y salió por la puerta, dirección ningún lugar. Sabía que su víctima estaría en el mismo lugar de siempre.
Dió una vuelta por la ciudad. Todo estaba gris. El tiempo era perfecto para lo que ella iba a hacer. Las venganzas eran mejores si el día era lluvioso. Se perfiló una sonrisa malévola en sus labios.
- Buenos días señorita. Puedo ayudarla en algo.
- Sí, por favor. Puede salir un momento, en el callejón he encontrado a un niño y no quiere salir. Quizás usted le haga salir.- Su cara y su voz cambiaron por completo. Su voz era dulce, con un tono de preocupación y su cara presentaba unos ojos llorosos y llenos de preocupación. Qué buena actriz.
- Vayamos a ver a ese niño. Debe estar muy asustado.- El hombre siguió a la muchacha hasta el callejón y le preguntó: ¿dónde exactamente está el niño?
- Ahí, detrás del contenedor.- Señaló un rincón oscuro, donde, efectivamente estaba el contenedor.
- Pequeño, ¿estás ahí? Puedes salir, no te haremos daño.
Mientras él se acercaba al contenedor, ella iba sacando algo de la mochila.
- Señorita, aquí no hay nadie.- Se giró enfadado. - No me habrá traido aquí para robarme. Que estúpido, claro que sí.- Su cara se congelo al ver lo que ella llevaba en las manos.
- Qué pasa, no puedes encontrar a un pobre niñito. Antes si que eras capaz, bueno más bien eras capaz de esconderlos muy bien.- su tono era amenazador.
- Yo... Yo...