domingo, 6 de octubre de 2013

Llegó el día.

Eran las nueve de la mañana. Se levantó de la cama y se fue al baño directa.
Abrió el grifo de la ducha. El agua caliente estaba hirviendo pero ese no era un problema para ella. No sentía dolor. Nunca lo había experimentado. Las heridas eran sus compañeras.
Después de diez minutos de reflexiones decidió salir de la ducha e ir a vestirse.
Una vez en la habitación, frente al armario dijo: qué me pongo. Era una chica normal, dentro de lo raro y peligroso, ella era normal. Sus pensamientos no eran normales pero a ella eso le daba igual.
Cogió unas braguitas y un sujetador, se los puso. Cogió sus vaqueros favoritos, rotos por las rodillas. Camiseta de tirantes y una sudadera grande. Calcetines gruesos y sus botas altas. Fue otra vez al baño y se miró en el espejo. Éste reflejaba la sombra de lo que ella había sido.    - Mierda de gente. Los odio a todos.- Dijo mientras se recogía el pelo.
Cogió su mochila y salió por la puerta, dirección ningún lugar. Sabía que su víctima estaría en el mismo lugar de siempre.
Dió una vuelta por la ciudad. Todo estaba gris. El tiempo era perfecto para lo que ella iba a hacer. Las venganzas eran mejores si el día era lluvioso. Se perfiló una sonrisa malévola en sus labios.
- Buenos días señorita. Puedo ayudarla en algo.
- Sí, por favor. Puede salir un momento, en el callejón he encontrado a un niño y no quiere salir. Quizás usted le haga salir.- Su cara y su voz cambiaron por completo. Su voz era dulce, con un tono de preocupación y su cara presentaba unos ojos llorosos y llenos de preocupación. Qué buena actriz.
- Vayamos a ver a ese niño. Debe estar muy asustado.- El hombre siguió a la muchacha hasta el callejón y le preguntó: ¿dónde exactamente está el niño?
- Ahí, detrás del contenedor.- Señaló un rincón oscuro, donde, efectivamente estaba el contenedor.
- Pequeño, ¿estás ahí? Puedes salir, no te haremos daño.
Mientras él se acercaba al contenedor, ella iba sacando algo de la mochila.
- Señorita, aquí no hay nadie.- Se giró enfadado. - No me habrá traido aquí para robarme. Que estúpido, claro que sí.- Su cara se congelo al ver lo que ella llevaba en las manos.
- Qué pasa, no puedes encontrar a un pobre niñito. Antes si que eras capaz, bueno más bien eras capaz de esconderlos muy bien.- su tono era amenazador.
- Yo... Yo...

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