miércoles, 9 de octubre de 2013

Calma...

Después de hacer sus trabajos siempre se tomaba dos días para volver a la carga.
Llevaba toda la mañana metida en la cama pensando en cómo hacer su siguiente encargo.
Se levantó de la cama, no había comido y se sentía débil. Malgastaba demasiada energía con esa escoria. Y la noche anterior no había sido una de las más tranquilas...

-La noche anterior-

-Tú, la nueva, ven aquí. Sabes cómo va esto.- ella le miró alzando una ceja.- No me mires así y enséñame tu mejor patada.
Ella se separó un poco de él.
-Seguro que no sabes ni levantar la patita.- dijo en tono burlón.
Mientras él se reía, ella alzó su pierna y le propinó una patada en el mentón. Él cayó al suelo. En el suelo, se tocaba la cara, ese golpe fue uno de los más fuertes que había recibido de uno de sus alumnos.
Ella se dio la vuelta para irse a los vestuarios.- ¡Espera niña!- le dijo el entrenador, tocándose la mandíbula.- Debes saber que eres muy fuerte. ¿Quién te ha entrenado?
Ella se giró y con una cara seria le dijo: Nadie me ha entrenado. Todo lo que he aprendido, me lo ha enseñado la vida. No necesito a nadie que me entrene.- Dicho esto se dio media vuelta y se fue a los vestuarios.
El entrenador se quedó parado en medio del gimnasio pensando cómo una chiquilla como ella podía tener tanta fuerza.
Una vez que salió del gimnasio, con su bolsa de deporte colgada al hombro, caminó por las anchas calles de la ciudad. Mirando a los pocos transeúntes que había por la calle a esas horas de la noche.
-Tal vez debería elegir una víctima al azar y desahogar mi frustración por lo de la otra noche.- Pensó.
Unos metros más para adelante se vio envuelta en la situación perfecta para poder lidiar con la tensión que acumulaba.
Un hombre de unos dos metros estaba amenazando a una mujer. La mujer de un metro cincuenta aproximadamente, miraba al hombre, asustada. Intentaba huir de esa situación.
-Perdone caballero, ¿puedo ayudarle en algo?- dijo ella mirando al hombre.
- No, necesito ayuda de una mocosa.- le dio un pequeño empujón para que se apartara.- Tú vas a subir ahora mismo a mi casa y vas a hacer lo que yo diga.
La mujer estaba muy nerviosa y las lágrimas empezaban a caer por su cara. Miraba a la chica. Sus ojos pedían auxilio.
- Está bien si no necesita ayuda, será mejor que dejé a esta mujer tranquila si valora su vida, claro.- Una sonrisa se dibujo en su cara.
-JAJAJAJAJAJAJA. No me hagas reír niña. ¿Qué vas a hacer si no suelto a esta mujer?¿A caso me vas a pegar? o no mejor ¿llamarás a la policía?- dijo él mientras zarandeaba a la mujer.
- No me gusta la policía y tampoco dañar mis manos con gentuza como tú.- dejó su bolsa en el suelo y se sacó de la manga un pequeño cuchillo de caza. Su cuchillo de la suerte.
Mientras el hombre seguía insultando a la mujer, ella clavó su cuchillo en su ingle. Este, sintió una punzada horrible y se cayó al suelo. La mujer pudo soltarse. -Corre y no mires atrás. Vete y no vuelvas por aquí.- dijo ella con los ojos encendidos de ira.
La mujer salió corriendo, siguió las órdenes de aquella chica. Corrió y no se giró en ningún momento. Esa chica le había salvado la vida.
El hombre consiguió ponerse de pie, el pantalón estaba manchado de sangre. La respiración del hombre parecía pesada. Estaba fatigado del esfuerzo, a duras penas pudo mantenerse en pie. - Pequeña hija de puta, cuando te coja, acabaré contigo. No serás nada en cuanto te pille.- Dijo abalanzándose sobre ella, fue rápida y le esquivo. Los movimientos de aquel hombre eran pesados y sin armonía.
- Me lo voy a pasar muy bien contigo, sucia rata.- Dijo ella con una sonrisa en sus labios y una ceja alzada.
Empezó a moverse en la oscuridad y le acuchilló un brazo.-¡Ah! Maldita. Sal deja que te vea. Suelta ese cuchillo y ven a pelear.
-Te dije que no dañaría mis manos con alguien como tú.- Salió de entre las sombras.- Pero si ese es tu último deseo, te lo concederé.- Guardó el cuchillo en su bolsillo y le dio una patada, la misma patada que le había dado a su entrenador. El tipo cayó al suelo, ya no le quedaban fuerzas para levantarse. A cuatro patas, tirado en el suelo, sin fuerzas.
Ella se puso enfrente de él. -Dime, qué le ibas a hacer a esa mujer.
-Esa mujer es mía.- Le costaba respirar- No es asunto tuyo lo que yo le haga o no le haga.
-¿Sabes? Las mujeres no tienen propietario. Los humanos somos libres, bueno tú, ya no lo eres. Ahora, lo que te queda de vida, es mía.
El movimiento fue rápido, sin ninguna duda, sin ningún temblor. El cuchillo fue directo a la yugular. La sangre empezó a salir a borbotones. El hombre se llevó las manos a la herida, mientras intentaba pedir auxilio, su cara de desesperación lo decía todo. No quería morir pero ese no era el día en que ella tuviese piedad. Ella, de pie, observando la escena le dijo: esto te pasa por no saber valorar la vida.
Y poco a poco fue viendo como la vida se escapaba por aquella herida que le había producido en el cuello. Cuando exhaló su último aliento, recogió su bolsa y volvió a caminar hacia su casa.
Esa noche sí que estaba satisfecha del trabajo que acababa de realizar.

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Después de haberse duchado y de haber comido algo, se sentó en la mesa de su escritorio y empezó a mirar las fotografías de los encargos. La información de las "víctimas" estaba bien ordenada en diferentes carpetas. No sabía por qué pero aquel día sería uno de los más largos de su vida. Tres encargos en un sólo día.
-Todos estos cabrones deberían haber muerto hace mucho tiempo.- pensó mientras ordenaba las tres carpetas con los datos de las próximas "víctimas".



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